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Por: Transeúnte 

En este día último de octubre, los chicos recorren las calles disfrazados de lo que quieran, y piden golosinas. Se le conoce a la celebración como Noche de Brujas o Halloween, onomástico muy conocido en México y bastante apreciado por los chicos.

Conozco de padres de familia que prohíben a sus hijos participar en esas tradiciones, por considerarlas extranjerizantes. Mencionan que no deben ser prolongadas en el país modas paganas que mueven a la alienación y al colonialismo cultural de otras latitudes. Como estos rituales llegaron de Estados Unidos, importados de Europa, no deben ser asimilados por nuestra niñez.

Desde esa perspectiva, en México debería rechazarse el culto a Cristo y las películas de los Avengers, para rendir pleitesía a Quetzalcóatl, Tonatiuh, Tláloc o ir al cine a ver de esas de El Santo o el Chapulín Colorado o algún otro héroe nacional.

A los niños les vale un rábano la implicación patriotera de los festejos. Se divierten más en esta noche que en cualquier ceremonia cívica recordando alguna gesta heroica o el natalicio de algún prócer de la Revolución o la Independencia.

El caso es que quieren salir a divertirse, y esta noche es un pretexto excelente para que se disfracen y obtengan de recompensa paletas, dulces, chocolates.

¿Es tan difícil de entender?

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