¡Eso es sentirse jodido!…

Por fortuna conseguir dos trabajos, uno en Saltillo y otro en Monterrey, acudir diariamente a los dos, me permitió salir de las deudas y de los atrasos.

Pero aquella sensación de jodidencia regresó cuando venía en la bici por Ruiz Cortines y me encontré un camión de la Ecovía, despedazado… un foco tuerno, abollado de punta a cola, con un montón de gente en el interior que se huele una a otra los sobacos.

¡Qué jodido está Nuevo León!

Esa es la imagen que recorre a diario desde el oriente al poniente y viceversa.

Es la jodidencia que nos invade y que se nota en el metro sucio, en los vagones que bailan y que circulan a mínima velocidad en varios tramos, porque las vías ya son peligrosas.

Es esa sensación de pobreza, de íntima miseria que se materializa cuando ves las fuentes de la macroplaza, las estatuas como inodoro de palomas…

¡Estamos bien jodidos!

Esta ciudad que se hizo a fuerza de partirse el lomo, de trabajar sin descanso para tener derecho y acceso a lo mejor, ahora se mete una buena soba para tener a la jodidencia en calidad de compañera de viaje.

Esa pobreza que se huele y que se nos impregna en la ropa.

Que se evidencia en la pérdida de confianza en Fuerza Civil, nuestra policía ejemplar… que se convierte en frustración cuando te asaltan en la calle… en el camión… cuando te roban en tu casa y no sientes que el policía es confiable.

Cuando una juez se inventa excusas para liberar a un criminal y sientes que no hay manera de lograr que los maleantes que te hicieron daño lo paguen.

Eso… todo eso es parte de esa jodidencia que se respira en Nuevo León desde que un personaje de cómic despacha desde el Palacio de Cantera.

¡Qué desgraciada jodidencia!