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Por: Dr. Alberto Hegewisch/Likemty

Director Médico de AstraZeneca México

En marzo de 2020 el mundo se frenó de golpe por la irrupción global de un virus desconocido, era la primera vez que oíamos hablar del coronavirus SARS-COV2, una enfermedad que tan sólo unos meses atrás se había originado en China y que el resto del mundo sentía tan lejana, tan ajena.

El primer caso de COVID-19 en México fue identificado el 28 de febrero de 2020 y a partir de ese día tuvimos que aprender a convivir con situaciones que hasta ese momento eran impensables: confinamientos rigurosos, cierres de escuelas y comercios, uso obligatorio de mascarillas y distanciamiento físico. En ese contexto, la posibilidad de tener una vacuna que permitiera hacer frente al nuevo coronavirus y comenzar el camino para controlar la pandemia era casi una utopía.

No obstante, como ha ocurrido en la historia con otras pandemias, las vacunas son la medida más eficiente, segura y eficaz para controlar las mismas, ya que tienen un papel fundamental en la protección de la salud de millones de personas contra las enfermedades graves provocadas por los virus, reduciendo el sufrimiento humano provocado tanto por la enfermedad como por los problemas colaterales que toda crisis sanitaria puede conllevar: pobreza, desempleo, desatención de otras enfermedades, colapsos sanitarios, violencia de género e inequidad y, en última instancia, ayudar a que la economía comience a recuperarse luego de las restricciones necesarias para limitar la propagación de la enfermedad.

En AstraZeneca desde el inicio de la pandemia supimos que no podíamos cruzar los brazos ante el sufrimiento que el mundo estaba viviendo, así que elevamos todas nuestras capacidades para llevar a lo más alto la misión que nos guía: mejorar la vida de las personas desarrollando soluciones innovadoras.

Así, reorientamos nuestros recursos para abordar la mayor crisis de salud en la memoria reciente y nos enfocamos en unir a la comunidad global, al asociarnos con científicos, gobiernos, organizaciones multilaterales y fabricantes, para establecer acuerdos para el desarrollo y suministro de la vacuna.

Juntos logramos lo nunca visto: el desarrollo de una vacuna sin fines de lucro durante la pandemia, a través de un modelo único de acceso amplio y equitativo mediante la transferencia de tecnología en un tiempo récord de nueve meses. Firmamos acuerdos con socios comerciales en América Latina y en México, para crear una vacuna segura y eficaz que pudiera ser usada en personas de cualquier edad adulta, fácil de transportar y almacenar y, sobre todo, accesible para todos los países.

A nivel mundial se han entregado más de dos mil millones de dosis de nuestra vacuna para más de 170 países. En América Latina, de la mano de sus socios comerciales y a través de acuerdos bilaterales y la cadena de suministro establecida en esta región, se han distribuido alrededor de 280 millones de dosis a 13 países latinoamericanos.

En México, en diciembre de 2021, la compañía cumplió con la entrega de 77.4 millones de dosis como parte de su compromiso por apoyar un acceso amplio y equitativo de una vacuna segura y eficaz para la población mexicana, lo cual significa que uno de cada dos mexicanos mayores de 18 años está vacunado con AstraZeneca.

Adicionalmente a estos esfuerzos, AstraZeneca fue la primera compañía farmacéutica global en asociarse con COVAX y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para impulsar el acceso global y equitativo a las vacunas, lo que ha permitido que más países de Latinoamérica y el Caribe las reciban lo antes posible y de esta forma ayudar a la sociedad, economías y sistemas de salud a recuperarse.

Y si bien se estima que en el mediano plazo se requieran refuerzos anuales contra el COVID-19, así como la actualización de vacunas para combatir posibles nuevas variantes, AstraZeneca se compromete a ir un paso adelante en el desarrollo de nuevas opciones terapéuticas que velen por el bienestar de todos los grupos poblacionales y que, a su vez, puedan asegurar el beneficio de nuestras naciones de forma igualitaria. Prueba de ello es que está desarrollando una combinación de anticuerpos de acción prolongada (LAAB por sus siglas en inglés) llamada AZD7442, que tiene el potencial tanto para prevenir como para tratar el COVID-19, sobre todo en personas inmunocomprometidas que necesitan una protección inmediata.

Ninguna vacuna o terapia puede erradicar el COVID-19, pero una combinación de tratamientos podría ayudar a reducir la propagación del virus, defender a los más vulnerables a la infección, brindar mejores resultados para las personas y, en última instancia, permitir que el mundo regrese a la normalidad.

Hoy, dos años después del primer caso de COVID-19 en México, lo que más destacamos es la unión y compromiso de industria, gobiernos y organizaciones internacionales quienes en conjunto nos hemos comprometido y esforzado para preservar la salud delante de las variantes de preocupación del virus y poder así ofrecer alternativas terapéuticas que nos permitan ponerle fin a esta pandemia. Estamos conscientes que la pandemia sigue, pero nuestros esfuerzos también; y si algo hemos aprendido en estos últimos dos años ha sido que: ¡las vacunas salvan vidas!

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