Por: Luz María Ortiz Quintos

A una semana de la marcha del 08 de marzo en Nuevo León, de la conmemoración del día internacional de la Mujer, es justo reconocer que no todas las personas que marcharon las mueve la misma intención.

Existen grupos “planeados” con distintos intereses, pero yo me voy a enfocar a las mujeres que verdaderamente salen a exigir justicia para todas. Las mujeres cansadas de los abusos, de la desigualdad, de la violencia, de la falta de atención y solución a sus demandas. Mujeres que han sido violentadas físicamente, psicológicamente, económicamente, sexualmente, y que, por falta de apoyo, por miedo, por vergüenza, porque nos les creyeron, o simplemente no fueron escuchadas.

Y aquí invito a reflexionar; ¿quién soy yo para juzgar? Si para esas mujeres salir a marchar es su manera de hacerse visibles, de gritar lo que han pasado y que a pesar de tantos programas sociales de organismos públicos y organizaciones ciudadanas “ayuda” a la Mujer Violentada, una vez más queda expuesta la falta de solución a este problema de abuso que viven este grupo de mujeres y les seguimos debiendo como sociedad.

No es un día el que se debe de exigir justicia, es el día a día que tanto mujeres como hombres se deben sentir seguros, respetados y escuchados en una comunidad que le da más voz a lo vano que a lo humano.

Cómo mujer, no salí a marchar, pero por supuesto que uno mi voz a exigir una vida de respeto, justicia y paz para toda la sociedad.

Lejos de criticar si hacen bien, por qué lo hacen, si lo que hicieron está bien o mal, me pregunto; ¿qué estoy haciendo cuando veo una situación de violencia en contra de la mujer?