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El camino de Fausto Celave es la muestra clara de cómo superó los pronósticos médicos que cuando niño llegaron a compararlo con “una mesa”.

“Fausto tiene autismo. Hasta los dos años no se comunicaba, no prestaba atención. Y el médico dijo que con ese diagnóstico el chico y una mesa serían lo mismo”. El relato es de Mercedes Torbidoni Jaen, la madre de Fausto -el cuarto de sus hijos-, que recordó la crueldad con la que hace 27 años llegó el diagnóstico del pequeño de 2 y los pronósticos médicos a los que él mismo se ocupó de derribar. Primero con su habilidad al piano gracias al oído absoluto, luego al terminar la secundaria en una escuela técnica, al ingresar a la universidad y ahora como trabajador.

Una parte de esta historia es contada en el film documental Fausto También, dirigido por Juan Manuel Repetto que retrata con sensibilidad y simpleza el momento en que el joven descubre su pasión por las computadoras, lo que lo impulsa a estudiar la carrera de Informática en la Universidad Nacional de La Plata con todos los desafíos que ello implica.

El director recordó que cuando Fausto fue diagnosticado no existía en Argentina los trabajos de integración que sí existen hoy. “Pero la madre siguió investigando y llegó al Instituto Fleni, un sitio muy conocido y especializado” y recordó que cuando llegó a los últimos años de la escuela técnica, sus compañeros se dividían en grupos para acompañarlo a las terapia que hacía en Buenos Aires, viajando desde La Plata.

Y eso no fue todo: los padres de sus amigos también comenzaron a ir a charlas en las que hablaban sobre el autismo. “Fue impresionante cómo su entorno lo apoyó porque el chico no sólo llegó a hablar sino a recibirse en una escuela pública como el Albert Thomas de La Plata”, recuerda el director.

Fausto, la universidad y los desafíos de la comunidad educativa

A muy temprana edad, Fausto desarrolló interés por la informática y las tecnologías, y no tardó en decidir qué carrera quería estudiar en la universidad. Sin saberlo, claro, que esa decisión pondría en jaque el sistema educativo que no estaba preparado para recibirlo, pero que supo adaptarse para atender a sus necesidades.

“Supe de su historia cuando Ezequiel Santillán, su acompañante terapéutico, me contó que Fausto estaba terminando la escuela técnica y que quería entrar a la universidad. Me interesó y necesité registrar todo aún sin saber que sería mi primer documental”, reconstruye Repetto (hasta entonces periodista) sobre cómo surgió la idea de filmar ese proceso del joven de 22 años al momento del rodaje y que se extendió por seis meses.

Durante el curso de ingreso estuvo acompañado por sus terapeutas, su familia y los docentes. Entre todos buscaron la mejor manera de integrarlo en un proceso que le presentó escollos, pero que con perseverancia y criterio lograron que la integración e inclusión fueran posibles. A esto refiere el documental de 65 minutos con producción de Pensilvania Films que lo muestra como es: amante de las computadoras, de tocar el piano y de realizar divertidos fotomontajes. Y se aleja de mostrarlo como un fenómeno sino que hace hincapié en sus logros en un mundo que desde el inicio se presenta adverso.

“Si hasta entonces el hecho de que un chico con Asperger haya terminado de cursar en una escuela técnica lo hacía un caso único, el hecho de que entrara a la universidad lo era aún más”, subraya el director.

Para Repetto, el de Fausto “era un caso que representaba un desafío para su familia y equipo de apoyo terapéutico sino también para los docentes y autoridades de la universidad que iban a tener que modificar varias cuestiones en la currícula de las materias”.

Emocionada, Mercedes, madre del chico, agrega que desde muy chico mostró interés por todo lo tecnológico y “cuando vio la facultad se enamoró y dijo que quería ir”. La UNLP no solo aceptó el desafío sino que dio libertad al director para que tomara las imágenes que creía necesarias para describir lo que deseaba mostrar.

La vida de Fausto después del documental

Fausto (hoy de 29 años) ingresó a Ingeniería en Informática, cursó la carrera hasta que las matemáticas se convirtieron en un obstáculo. “Estudió un año y se cambió a Diseño Multimedia porque le gusta mucho, no tiene matemáticas y realmente tiene mucha habilidad con eso”, cuenta la madre.

Mercedes vuelve a sus propias palabras, las que abren el documental de Repetto, y recuerda sus pensamientos tras el diagnostico: “La manera en que me lo dijeron fue una cosa increíble y nuestra mayor preocupación era la sociabilidad porque todos mis hijos, los tres anteriores, habían ido al jardín y frecuentado a otros nenes desde muy chiquitos; y como tenía un entrenamiento de madre supe que algo andaba mal: era demasiado tranquilo, no prestaba atención y cuando empezó a caminar fue más evidente porque no respondía a los llamados y no habló hasta los 6 o 7 años entonces”.

La mayor preocupación, entonces, pasaba porque Fausto no respondía a su nombre y cada vez que la familia salía el niño caminaba sin obedecer cuando lo llamaban, por ejemplo.

“No tuvo extrañeza en la mirada sino que no tenía comunicación verbal. Después empezó a comunicarse, pero no verbalmente y esa es una forma también de categorizar el espectro entre quién se comunican verbalmente y quiénes no”, agrega Mercedes que tras tanta investigación sobre el Asperger terminó estudiando Psicología.

Su largo camino, con el niño a cuestas, la llevó a recorrer distintos institutos y hospitales de Buenos Aires, muchas veces viajaban diariamente desde La Plata. “En ese momento había que esperar hasta los 2 años para ver la evolución orgánica que tenía, eso decían los médicos. Ante cualquier consulta la respuesta siempre era ‘¡Hay que esperar!’... Y no, no hay que esperar, hay que actuar″, remarca.

Luego llegó la escolarización primaria y media, donde también Fausto marcó el rumbo, y la ansiada universidad. “Ahora está fantástico. La nueva carrera es más práctica y le va muy bien con los talleres. Estudió música en el conservatorio, compuso música con su piano a un proyecto que hicieron al terminar el primer año de la carrera”, revela emocionada.

Eso no fue todo. En 2019, inició un pedido en el Poder Judicial para que se respetara la Ley de cupo por discapacidad en la provincia Buenos Aires que establece que el 4% de la planta deben cubrirlo personas con algún tipo de discapacidad.

“En noviembre de 2019 ingresó a trabajar en la Subsecretaría de Tecnología Informática de la Corte y está muy feliz con su trabajo. A partir de ese momento es otra persona, en el aspecto físico porque cambió la manera de vestirse. Ahora se da cuenta de que la ropa que usaba no puede usarla para ir a trabajar. Se volvió muy aséptico de su aspecto físico y muy responsable con el trabajo, que le encanta. Además tiene un grupo de compañeros que son fantásticos y también ahí tiene apoyos”, finaliza.

Redacción/LikeMTY

 

 

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