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Jorge Martínez Cedillo/LikeMty 

El simple hecho de que se sucedieran sugerencias al Ejército de Estados Unidos, de “quitar el control del botón nuclear al presidente Donald Trump”, tiene múltiples interpretaciones y repercusiones. Primero, que su control mental está deteriorado y podría cometer una locura; segundo, que convocar a una “revuelta callejera” para asaltar la sede del Congreso, denominada  Capitolio, en Washington, D. C., y tercero, comportarse de manera incivilizada, con bravuconadas, todas son conductas totalmente contrarias a los principios de la democracia, baluarte del país que, históricamente, ha pregonado el ejercicio pleno de esa práctica para elegir y “respetar al que gana” (valga recordar una canción de José Alfredo Jiménez).

El ejemplo de no ceñirse a cumplir sus compromisos frente a sus electores, de hacer con su investidura de presidente de un país desarrollado –en todos los ámbitos de la ciencia, la tecnología, la industria, y con un poder militar como no existe en otra nación del globo— y comportarse como un simple y vulgar incitador al asalto del Congreso de EU, lo ponen en un límite delincuencial en que muchísimos de sus seguidores electorales no comparten, y menos sus adversarios políticos.

Al violar la misma Constitución de Estados Unidos y su juramento ante la Biblia cuando asumió la muy alta responsabilidad de Presidente de la Nación; de cumplir y hacer cumplir el respeto a las leyes que de la Constitución emanan, lo ubican en los peores calificativos en el presente y a unos días de entregar la Presidencia al absoluto ganador de las recientes elecciones, Joseph Biden, del Partido Demócrata. Pero, sobre todo, en el mediano plazo se le vienen abajo sus aspiraciones de presentarse nuevamente a unas elecciones por su Partido Republicano, en los próximos cuatro años. “Todo se derrumbó”, como canta Emmanuel.

Hay una referencia en México acreditada al general Porfirio Díaz, de que admiraba al pueblo norteamericano, en su tiempo, por el grado de desarrollo económico, social y político, que había logrado y en cuanto a paz social y convivencia en Estados Unidos. Reconocía que, en ese país, una vez que había elecciones para Presidente y legisladores del Congreso, al día siguiente todo mundo volvía a sus actividades normales, sin quejarse de malos resultados, de fraudes, de robos de votos y casillas. En cambio, en México, antes del porfirismo y después, el segundo en el poder, siempre aspiraba a la Presidencia y se dieron casos de que se asesinaba a los presidentes. Aún vivía Díaz, cuando Victoriano Huerta mandó asesinar al Presidente Francisco I. Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez. Fueron otros tiempos de lucha por el poder.

Es necesario señalar que está en proceso de litigio la destitución y deshabilitar a Donald Trump como Presidente de Estados Unidos. En este empeño está muy activa la presidenta de la Cámara de Representantes del propio Congreso, Nancy Pelosi, para reunir los elementos jurídicos y acusar a Trump de delitos que pusieron en jaque la seguridad y el respeto a las leyes norteamericanas que sufrieron violación por un capricho del presidente en funciones de los ciudadanos estadunidenses.

La actitud caprichosa y con un carácter impositivo que ha demostrado Trump a lo largo de su gestión como presidente, esperamos sea ejemplo para los gobiernos de otros países. Recordar que el mal gobierno, no es para siempre y que, en adelante, habrá oportunidad de ser más conscientes de las características que deben tener los candidatos para elegirlos, con la seguridad de que será para bien de los pueblos, en cierto grado oprimidos por sus gobernantes.

La primera repercusión que se hizo pública, fue en el sentido de que, al menos dos empresas dedicadas a la comunicación masiva, Twitter y Facebook, suspendieron servicios de comunicación al aún presidente Trump. La primera de ellas manejaba su cuenta con una atención de más de 80 millones de seguidores. Aún en contra de la opinión de algunos mandatarios –entre ellos el de México, Andrés Manuel López Obrador, por considerar que se trata de una acción que daña la libertad de expresión— por seguridad, un hombre con esos arranques y con su carácter violento, “no puede tener en sus manos el botón nuclear”.

Tampoco está por demás recordar que, “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.

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