Por: Omar Cervantes Rodríguez/Likemty
Entramos a la última semana de este 2021, año que tiene todo tipo de adjetivos y que en cuatro días más algunas horas, estará concluyendo, con lo que entramos en la cuenta regresiva y comenzamos a cerrar el ciclo para prepararnos de la mejor manera para recibir el incierto 2022, mismo que, pese a todo, puede resultar esperanzador para quienes así lo tracemos.
Desafortunadamente, como lo señalamos en más de un artículo de este año, las redes sociales y los medios de comunicación masiva nos pintan un cierre de año desolador, lleno de noticias negativas por lo que, más que nunca aplicamos la máxima: “la vida no es lo que está ocurriendo (o lo que dicen que está sucediendo) sino lo que hacemos con ello”.
No es que seamos unos idealistas llenos de falso optimismo, sino que preferimos en paz y serenidad, después de una semana de reflexión por las fiestas navideñas, asumir que la realidad es lo que es y, está en cada uno de nosotros la actitud con la que elegimos vivirla, como dicen los logoterapeutas, dándole un sí a la vida, a pesar de todo.
En situaciones como las que vivimos me viene invariablemente a la memoria el maravilloso libro del fundador de la escuela de logoterapia, Víctor Frankl, “El hombre en busca de sentido”, en el que nos comparte su propio testimonio de cómo sobrevivió al holocausto de Auschwitz para encontrar su propósito de vida, evocando a Friedrich Nietzsche, quien afirmaba que “aquel que tiene un sentido para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”.
Después de todo, qué puede haber sido más desesperanzador para Frankl que haber vivido los horrores de los campos de concentración y ser no sólo un sobreviviente, sino que, en su calidad de psiquiatra y escritor, esa devastadora experiencia le haya inspirado las líneas en las que describe que el sentido de la vida está en hallar un propósito, en asumir una responsabilidad para con nosotros mismos y para el propio ser humano, independientemente de las circunstancias que nos rodean.
Algo similar tenemos el privilegio de experimentar en el trabajo en el consultorio cuando los pacientes llegan sin esperanza y muchas veces tocando fondo, pensando en que la vida ha terminado para ellos y, poder ser testigos de verdaderos milagros en los procesos de recuperación, en el camino terapéutico y espiritual en que las personas o familias nos permiten acompañarlos.
Por ello cuando leo cualquier tipo de noticia, editorial o texto que en tono alarmante nos pinta un escenario funesto para despedir el 2021 y recibir al 2022, concentrando sus comentarios en la crisis sanitaria mundial, los efectos del cambio climático, los augurios financieros negativos y la polaridad política del planeta, prefiero enfocarme en lo positivo que tenemos y preguntarme a cada instante, qué estará la vida tratando de gritarnos a la necedad de los seres humanos y qué exige de cada uno de nosotros, más allá de las pérdidas, caídas, sacudidas y situaciones aparentemente adversas que se nos hayan presentado en los últimos dos años.
La realidad ahí está, nadie la niega, se presenta ante nosotros para que cada uno analice por dónde quiere caminar y hacia dónde quiere dirigirse para decirle un sí a la vida, a pesar de todo.
¿Queremos vivirnos llenos de miedo y paralizarnos, consumiéndonos poco a poco en la vorágine informativa que nos hace pensar que todo nuestro entorno es negro y sombrío? ¿O preferimos cuidarnos en lo que nos corresponde, hacernos responsables de lo que nos toca y mantener la esperanza de que saldremos victoriosos? ¡Ambas son una elección y cada uno toma la suya!
Como dice el coach internacional Tony Robbins, “la vida no te está pasando a ti, la vida está pasando para ti” y depende de nuestra decisión la forma de vivir en plenitud en medio de la tormenta aparente.
Este domingo, en un acto de gratitud, elegí visualizar la lluvia de bendiciones que me han acompañado en este 2021 que está por terminar y la lista fue abundante pese a que, en diversos momentos del año, mi humanidad no alcanzaba a entender el porqué de las circunstancias.
Escuché ayer mismo una reflexión que ponía énfasis en que los hombres y las mujeres deberíamos enfocarnos en el resultado final y no en los procesos, con la fe como certeza de que todo sucederá para bien, si cada uno de nosotros lo elige, sin importar el entorno.
Porque los procesos parecen tediosos, cansados, agotadores y muchas veces desalentadores, pero confiar en el resultado final siempre nos mantendrá en el camino a la victoria.
Se trata de que cada uno hagamos lo que nos corresponda y dejemos que los resultados lleguen en el momento en que tengan que llegar.
Como decía un padrino de alcohólicos anónimos cuando alguien acudía a él a comentarle sus tragedias: “tranquilo, todo pasa y no pasa nada, esto también pasará”.
Si el lector piensa que todo esto es palabrería o un discurso motivacional solamente, respetamos su postura y nos avocamos a trabajar con quienes piensan que todo pasará y que, si buscamos un propósito de lo que estamos viviendo, podremos resistir casi cualquier circunstancia.
Deseamos con toda franqueza que en los días que le quedan a este año calendario, todos podamos enlistar las bendiciones recibidas en este periodo, demos gracias por todo lo vivido y, nos declaremos listos para continuar la batalla por la alegría de vivir en el 2022.