A menos de un mes de que se estrenó en la plataforma Netflix, “Loco por ella” ha logrado colocarse entre las películas sugeridas y con buena aceptación al combinar la comedia ligera, con un tono de romanticismo y cierto drama que, con respeto y humanismo intenta retratar la realidad que podrían vivir las personas con algún padecimiento mental, tan comunes y estigmatizados en nuestra vida contemporánea.
“Les tenemos que enseñar (a los enfermos mentales) que dejen de fingir que están bien, para que gente como tú lo esté. Mira, lo difícil de tener una enfermedad mental es que la gente quiere que te comportes como si no la tuvieras”, es la frase que le receta la directora de un centro psiquiátrico al periodista que se infiltró para hacer una historia de amor y con cuyo mensaje me inspiro para nuestra colaboración de este lunes.
Ni son “la basura de la sociedad”, como titula el artículo del periodista en la película, ni su tratamiento depende simplemente del amor, las buenas intenciones, las “modulaciones baratas” y el apoyo que las familias piensan que saben darles a sus enfermos, como indica la directora del centro para sentenciar que “aquí los traen y piensan que se curarán, pero no, aquí les ayudamos a convivir con ellos mismos, a aceptarse y eso lleva mucho más tiempo”.
Para quienes estamos en el terreno de la salud mental, esa escena de un par de minutos valió la pena para ver la película y pasar la tarde amena en fin de semana, además de conectarnos con una profunda reflexión de lo que aquí en este espacio hemos expresado de diferentes formas en diversos artículos: ¡dejemos de estigmatizar las enfermedades mentales!
Esta semana, nuestro país cumple un año de haber iniciado el autoconfinamiento por la pandemia del Covid19 ya que, si bien el decreto gubernamental indicó el arranque el 23 de marzo de 2020, en realidad, aprovechando el puente laboral y escolar de primavera, para muchos el encierro inició el 16 de marzo y mañana justo cumplimos el primer aniversario, con todas sus consecuencias e historias que ello ha significadincluyendo el incremento de personas con rasgos o trastornos mentales o emocionales.
Aumento en el uso, abuso y dependencia de sustancias que alteran el sistema nervioso central (adicciones), rasgos depresivos o de ansiedad, trastornos derivados por el estado de ánimo, el síndrome de la cabaña, neurosis, violencia intrafamiliar y conductas adictivas (videojuegos, internet, comida compulsiva, compras compulsivas, por ejemplo), son algunos de los temas que por supuesto se han disparado en la población como consecuencia de la pandemia, el miedo al contagio, la pérdida del empleo, el quiebre de negocios y el encierro en sí mismo.
De hecho, en los estudios de los oficios o profesiones que tendrán más demanda en los tiempos post pandemia, afortunadamente se encuentran los relacionados con la salud mental, el desarrollo humano y la atención a las emociones de las personas, como un llamado del universo a volver al equilibrio básico de los seres humanos.
En mi opinión, un primer paso imprescindible para hacer frente a nuestra realidad es comenzar por aceptarla, dejar de estigmatizarla, así como visibilizar y normalizar las enfermedades mentales para poder atenderlas de manera correcta, dejando de negarlas o minimizarlas y, obligando a que el humanismo sea la piedra de toque en los diferentes tratamientos para quienes las padecen.
Trastornos como la bipolaridad, depresión, ansiedad, límite de la personalidad, derivados del uso de sustancias (adicciones) y del estado de ánimo, son más comunes de lo que pudiéramos imaginar y seguramente en nuestro entorno inmediato conocemos algún caso que, desafortunadamente, suele negarse o minimizarse debido a los estigmas o juicios sociales que existen en torno a ellos, con lo que se están negando la posibilidad de ser atendidos y tratados de la manera correcta.
Si bien algunos de ellos son incurables y crónicos, la buena noticia es que existen tratamientos que le permiten a la persona aprender a vivir con su enfermedad y a tener una vida normal cuando se enfrentan y se atienden de manera correcta.
Detrás de cada trastorno hay una historia y una vida, por supuesto ilusiones y sueños con rostro humano, por lo que las personas que no pidieron desarrollar la enfermedad, ni levantaron la mano para tenerla, merecen ser tratadas con dignidad y respeto, así como la oportunidad de rehabilitarse y reinsertarse en una sociedad que deberá dejar de ser injusta con todas ellas.
Omar Cervantes/LikeMty
Última modificación Miércoles, 17 Marzo 2021