Por: Luz María Ortiz Quintos
Hemos escuchado la frase: “Vemos las cosas no como son, sino como somos nosotros”, se le atribuye a Confucio siglo V AC, posteriormente en el siglo XVIII al filósofo Immanuel Kant y al alemán Juddu Krishnamurti en el siglo XIX.
Hoy en día, muchas personas la usamos, y esto lo podemos ver de muchas formas, por ejemplo; pensamos que alguien hace alguna acción determinada y la juzgamos de acuerdo con la forma en que nosotros pensamos y lo que nos movería a la acción. Imaginemos que un grupo de ciudadanos está promoviendo una acción ciudadana… Caso concreto: -vamos a pedir a determinada autoridad la transparencia de los recursos públicos que administra-.
Habrá un grupo de ciudadanos que se involucren, participen, asistan a las reuniones, preparen la información etc., otro grupo decidirá apoyar desde lejos, en redes, en oración, en dar difusión al tema, otro grupo podrá pensar, ¿para qué hacerlo?, “es pérdida de tiempo”, “no se gana nada”, “gente sin que hacer”, “se quieren lucir”, “quieren conseguir un puesto en gobierno”. Por lo que resulta cada vez más complicado que como sociedad, vayamos unidos a causas sociales urgentes. Otros podrán pensar eso, ¿a mí qué? o “alguien más lo hará”.
Encontrar personas afines, con una visión y propósito común, resulta ser un poco complicado, la perseverancia, la constancia y la disponibilidad son factores claves que se requieren prevalecer en los detonadores personales que permitan coincidir para fortalecer la participación ciudadana.
Hoy en día, por cierto, la gente se siente desconfiada porque en muchas ocasiones los grupos sociales son únicamente utilizados por los intereses particulares de unos cuantos. Pensar bien de los demás es un ejercicio sano, sin embargo, poco se practica.
Considero que los hechos hablan por sí solos, y es conveniente seguir otorgando el beneficio de la duda hasta que resulte lo contrario, porque podemos perder de vista el trabajo honesto de algunos por la traición de otros.